¿A dónde ir?
aquí te lo decimos, checa la agenda cultural del primer fin de semana de febrero
Seguimos circulando eventos en la ciudad de Mexicali Baja California, con fotografías, video notas, entrevistas, cortesías y mucho más
Mi primera opción fue gritar para pedir auxilio, esperando que una cándida mano apareciera por el quicio de la puerta con el acolchonado rollo envuelto en un halo de luz celestial, pero mi vergüenza era mucho mayor que mi necesidad, así que de inmediato la descarté. Segunda: Me puse a buscar con la mirada si acaso había una revista o periódico para “leer” en algún rincón del baño, pero ¡nada! Tercera: Revisé las bolsas de mi pantalón en busca de algún ticket o tríptico de viaje lo suficientemente grande y bondadoso, pero tampoco tuve suerte. Cuarta: Rastreé alguna toalla que pudiese sacrificar y luego desaparecer, pero la única que recordaba haber visto estaba sobre la cama, la cual me quedaba muy lejos y en esa situación tres metros me parecían una verdadera maratón. Quinta: Supuse que podría mancillar al menos una esquinita de la cortina de baño, pero ¡maldita sea!... No había cortina. Sexta: Me di cuenta que tenía dos calcetines y podía sacrificar alguno, pero decidí buscar otra alternativa menos radical antes de dar un paso tan delicado. Séptima: Podía elevar una plegaria al cielo a la Santísima Trinidad, pues soy hombre devoto y creyente en los milagros, pero estando en suelo indio, pensé que eso podría ofender a la trinidad hindú compuesta por Brahma, Vishnu y Shiva, así que desistí en el intento. Octava: Pensé a la desesperada en hacer uso de un par de dedos y luego bombardearlos con químicos y cantidades industriales de jabón en el lavamanos que tenía a unos centímetros, pero creí que ¡solo a un loco se le ocurriría hacer semejante atrocidad! Y de hecho encontré una Novena: Descubrí en la pared una manguera conectada a una llave, semejante a la que se usa para lavar vegetales en los lavatrastos… supuse que en algún momento allí hubo una tina de baño y la conexión quedó inhabilitada, sin embargo abrí el grifo, presioné la palanca y salió un chorro de agua sobre mi cara. Entonces todo se me iluminó de nuevo y pensé que si los motores más sucios se lavan a presión, quizá también podría hacer lo mismo con “mi lugar sagrado”. No explicaré qué fue lo que hice, pero basta con decir que se sienten muchas cosquillas… ¡Nada cómodas por cierto!
Mujeres de Arena del dramaturgo y defensor de los derechos humanos Humberto Robles, retrata el miedo de las mujeres, la desesperación, la apatía de las autoridades y del gobierno ante un caso que aumenta, además refleja diferentes dimensiones, la vida de la mujer y sueños, testimonios de familiares y personas que rodean a estas victimas que exigen justicia, y además de una figura masculina que se convierte en el portavoz de una sociedad indignada que aclama un trato digno a la mujer.